Fraga se baña en Palomares;
noticia de 1966
- 27-ene-2012
- Gustavo Adolfo Ordoño
Fraga en Palomares - Acceso libre
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La muerte de
Manuel Fraga, ha traído a la memoria de los españoles de varias generaciones su
baño singular en una playa donde cayeron dos bombas atómicas.
Era el gesto
de un político que se "vestía por los pantalones". El carácter
controvertido y fuerte de Manuel
Fraga se puso en
evidencia cuando tuvo que afrontar el "Caso Palomares". Un incidente
grave que pudo tener consecuencias catastróficas sin precedentes en Europa: el
choque de dos aviones de los EEUU en pleno vuelo, un avión de repostar
combustible y un B-52 cargado con armas nucleares. Es el único caso documentado
y conocido en Europa de Broken Arrow (pérdida de armamento atómico) y
ocurrió en España el 17 de enero de 1966.
Manuel Fraga, ministro de Franco
El por aquel
entonces ministro de Información y Turismo del régimen franquista, Manuel Fraga
Iribarne, decide tener un gesto tajante para acallar todos los temores y la
desinformación que el accidente provocó. Bañarse en acto público, con el embajador de los EEUU, en
las costas donde cayeron las bombas. En España precisamente la nueva Ley de
Prensa que promovió Fraga significaba una relajación en el control y la
represión que la dictadura ejecutaba con los medios informativos, pues se
suprimía la censura previa.
Sin embargo,
las informaciones en España, como en el resto del mundo, fueron dirigidas y
manipuladas por las autoridades militares norteamericanas y el propio
ministerio de información español, que desde el primer instante se mostró
interesado en colaborar con el gobierno de los USA y acatar las directrices que
tuviesen en la gestión del accidente nuclear.
Fraga se
pondría su bañador bermuda de sobrio color oscuro, sacaría pecho y saludaría a
cámara sonriente, más convencido de sus gestos que el cariacontecido embajador
norteamericano, Angier Biddle Duke, que posaba a su lado, en un chapuzón de
medio cuerpo para los medios de comunicación de todo el mundo.
Fraga y la versión oficial
El hecho de
que fuese el ministro de Información y Turismo el que diera la cara en ese
grave incidente internacional, en lugar del mismo Franco o su ministro de
exteriores, Castiella, habla de que la principal (y casi única) preocupación
del régimen era que el asunto no afectase a la buena marcha de la incipiente
industria turística española. El
turismo era el
motor del crecimiento económico de los años 60; la contaminación nuclear o la
intoxicación por plutonio de las gentes del lugar fue lo de menos.
La crisis se gestionó con esa idea: el accidente
y la recuperación de las bombas no había supuesto contaminación significativa,
las tareas de limpieza del eficiente cuerpo de buceadores y zapadores del
ejército norteamericano garantizaba la seguridad de las playas. Los turistas
podrían seguir viniendo a la zona. Para EEUU esta versión también era válida,
aunque por otros motivos geopolíticos; no deseaban poner a los europeos en
contra del despliegue militar nuclear norteamericano en Europa con un accidente
que podría suponer el inicio de nubes radiactivas sobre sus ciudades.
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Cuatro décadas y media después, siguen detectándose
niveles de radiación
El año
pasado, 2011, se cumplía el 45º aniversario del incidente y los gobiernos de
Washington y Madrid quisieron avanzar en concretar un programa y acuerdo
definitivo para la descontaminación del terreno y compensar económicamente a
los campesinos propietarios de las tierras afectadas por el plutonio, el
material radioactivo que salió durante el rescate de las cuatro bombas atómicas
perdidas. Porque acabada
la dictadura se pudieron
recuperar los estudios que han demostrado la persistencia de radiactividad y la
Administración norteamericana asumió su responsabilidad y culpabilidad.
Manuel Fraga
fallecía, curiosamente, poco antes – el 15 de enero- de cumplirse el 46º
aniversario del accidente
nuclear en las
costas almerienses y de su baño, que intentó acallar los rumores incontrolables
que llegaban de todas partes, prensa internacional y nacional, sobre la verdadera
magnitud del accidente. El mismo baño en las playas de Palomares ha sido objeto
de dudas, indicando otros testimonios de la época que en realidad se haría a 15
kilómetros de distancia, en las tranquilas y casi privadas aguas de la playa
del Parador Nacional de Mojácar.
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