domingo, 18 de diciembre de 2011

La cuestión cubana

CUESTIÓN CUBANA

Grito de Yara (1868)
Episodio fundamental de la independencia cubana que tuvo lugar el 10 de octubre de 1868, cuando un grupo de hacendados reunidos en el ingenio de La Demajagua y encabezado por Carlos Manuel Céspedes proclamó la libertad e Independencia de Cuba.
Al día siguiente ocuparon el pueblo de Yara, donde tuvo lugar el primer encuentro armado con los españoles. A esta acción inicial de la Guerra de los Diez Años, se la conoce con el nombre de Grito de Yara. A este movimiento anticolonial se unieron hombres tan destacados como Calixto García y Máximo Gómez. Los insurgentes organizaron un Congreso de la República de Cuba cuya primera medida fue la abolición de la esclavitud y el ingreso en el ejercito independentista de los libertos aptos para el servicio militar. En 1878 el general español Martínez Campos y el general insurrecto Vicente García acordaron el cese de las hostilidades por la Paz de Zanjón, último acto antes de la guerra que definitivamente emancipó a Cuba de España.
Guerra de los Diez Años (1868-1878)
Conflicto bélico, también conocido como guerra larga, que se produjo en Cuba desde el llamado Grito de Yara (1868) hasta la Paz de Zanjón de 1878.
Comenzó cuando los insurgentes (campesinos, hacendados y profesionales al mando de Carlos Manuel Céspedes) tomaron Bayamo y establecieron allí la capital del gobierno revolucionario. Poco después fueron derrotados en Saladillo por las tropas españolas. Hubo otros focos de insurgencia en La Habana y Cuatro Villas. La guerra se extendió pasando por diferentes etapas, incluida una de exterminio y tierra quemada, en la que se dio la orden de fusilar a todos los insurrectos. El general español Valmaseda acabó por organizar una fuerte contraofensiva a la que sólo resistieron los mambís, en Camaguey y el oriente de la isla. El nuevo jefe español, Martínez Campos, logró arrancar de los sublevados una capitulación, y la Paz de Zanjón se pudo firmar en 1878. Sería, con todo, una paz relativa, ya que de inmediato comenzó la Guerra Chiquita.
Pacto de Zanjón (1878)
Acuerdo suscrito el 12 de febrero de 1878, al término de la Guerra de los Diez Años, entre el general Martínez Campos y el Comité Revolucionario de Cuba. En él se acordaba la deposición de las armas por parte de los insurrectos, a cambio de ciertas concesiones políticas hechas por España, como el reconocimiento de Cuba dentro de la misma situación jurídica que Puerto Rico.
Guerra Chiquita o Chica (1878-1895)
Conjunto de tentativas revolucionarias que se produjeron en Cuba desde la Paz de Zanjón (1878), que puso fin a la Guerra de los Diez Años, hasta la definitiva guerra de 1895, la Guerra de Cuba, que acabó con el conflicto hispano-norteamericano y la separación de Cuba de España. También fue llamada Guerra Chica. Empezó cuando Calixto García, Guillermo Moncada y Antonio Maceo, de acuerdo con los grupos revolucionarios del sur de Estados Unidos y presididos por José Martí, se pusieron al frente de las tropas sublevadas en el oriente de la isla, tras desembarcar en Baracoa en 1879. Al año siguiente finalizaron las operaciones, tras un acuerdo con el general español Polavieja. Otras expediciones insurgentes también fracasarían hasta que en 1895 se pusieron en marcha las operaciones militares definitivas.
Grito de Baire (1895)
Episodio fundamental de la independencia cubana. Fue proclamado el 24 de febrero de 1895 bajo las directrices de José Martí; poco después de su proclamación, el Partido Revolucionario Cubano publicó el Manifiesto de Montecristi. En septiembre de ese año, la Asamblea de la Isla de Cuba proclamó la Constitución de Jimaguayo, nombrando presidente a Cisneros Betancourt. La voladura del acorazado Maine y la intervención de los Estados Unidos traerían el comienzo de la Guerra Hispano-Norteamericana, que finalizaría con la derrota española y la ocupación norteamericana de la isla.
Guerra de Cuba (1895-1898)
Acontecimiento bélico que enfrentó a España con los independentistas cubanos dirigidos por José Martí y apoyados por los Estados Unidos de América.

Antecedentes

La mala política colonial española, que se negaba a reconocer la realidad cubana y cuyos aspectos más significativos fueron la negativa del gobierno español a realizar las reformas que los dirigentes cubanos venían demandando, así como la negativa a abolir la esclavitud, hicieron que se encendiesen de nuevo en la isla los deseos independentistas. Con anterioridad a 1895 la isla se había visto sacudida por otros dos conflictos bélicos: el primero de ellos, la denominada Guerra de los Diez Años, entre 1868 y 1878, y el segundo la Guerra Chiquita, entre 1878 y 1895. Ambos conflictos tuvieron en común la petición de una serie de reformas en la administración colonial que cada vez se revistieron de unos mayores tintes independentistas.

La Guerra

El 24 de febrero de 1895 tuvo lugar el denominado Grito de Baire que supuso el inicio del conflicto bélico y de la consecución de la independencia cubana. Tras unos primeros momentos en los que la insurrección perdió a sus principales jefes y parecía abogada al fracaso, se produjo la llegada a la isla de José Martí y con ello el resurgimiento de los insurrectos. El 6 de mayo Martí fue elegido jefe supremo de los independentistas, Máximo Gómez general en jefe y Antonio Maceo el mando de las fuerzas de las provincias orientales.
El 19 de mayo falleció Martí en el transcurso de un combate, lo que supuso una pérdida irreparable para los independentistas. Martí fue sustituido al frente de la insurrección por Salvador Betancourt.
El gobierno español envió a Cuba a un militar de prestigio que ya antes había desarrollado medidas pacificadoras en la isla, el general Martínez Campos, el cual no pudo llegar a ningún acuerdo con los insurrectos y en 1896 fue sustituido por el general Valeriano Weyler. Weyler realizó una política de guerra total, lo que produjo una serie de éxitos inmediatos para España, pero al mismo tiempo aumentaba el odio de la población hacia la metrópoli.
El asesinato de Cánovas en agosto de 1897 y la subida al poder de Sagasta dio un giro radical a la situación. Ese mismo año Weyler fue sustituido por el general Blanco y en octubre se concedió la autonomía de la isla. Los independentistas ignoraron estas medidas y reclamaron la total independencia.
El 25 de enero de 1898 el gobierno de Estados Unidos envió a La Habana al acorazado Maine bajo la excusa de proteger a los ciudadanos norteamericanos en la isla. El 16 de febrero el acorazado fue volado por los propios norteamericanos que acusaron de ello a los españoles y usaron esto como motivo para entrar en el conflicto en apoyo de la causa independentista. La entrada directa de Estados Unidos en la guerra se produjo en el mes de abril, dando así comienzo la guerra hispano-norteamericana. Pese a que la escusa oficial de Estados Unidos fue la ayuda a los cubanos a ganar la guerra contra la metrópoli, el objetivo final del gobierno de Washington no era otro que asegurar el control norteamericano sobre la isla.
El 10 de diciembre de 1899 finalizó la guerra hispano-norteamericana tras la firma del Tratado de París, por la cual España perdió el archipiélago de las Filipinas y sus ultimas colonias en América, Cuba y Puerto Rico, territorios que accedieron a la independencia.
Cuba, tras treinta años de lucha por la independencia, veía como al dominio español le sucedía el norteamericano y su independencia efectiva se demoraba durante años.
Tratado de París (1898)
Tratado por el que se puso fin al enfrentamiento armado entre España y Estados Unidos, iniciado a raíz del conflicto que enfrentaba a España con su colonia, Cuba, cuya lucha por la independencia se había desarrollado en al menos tres fases desde su inicio en 1868. En virtud de lo previsto en el acuerdo de paz, España perdió el archipiélago de las Filipinas y sus ultimas colonias en América, Cuba y Puerto Rico, territorios que accedieron a la independencia.

La intervención norteamericana

El sometimiento político a España impedía que la isla caribeña pudiera establecer relaciones económicas con autonomía de la metrópoli y en régimen de libertad. Desde Madrid se manejaban los asuntos comerciales y se destinaban las abundantes materias primas de origen cubano para el mantenimiento de las manufacturas textiles y la industria azucarera, principalmente catalana. Esto perjudicaba los intereses económicos norteamericanos en la isla, en aumento desde mediados del siglo XIX y centrados fundamentalmente en torno a la exportación de azúcar, la principal producción cubana.
La debilidad demostrada por el gobierno de Madrid para poner fin a los enfrentamientos con Cuba animó a los Estados Unidos a intervenir en la contienda, para lo cual enviaron en 1898 al acorazado Maine, que fondeó en la bahía de La Habana con la teórica misión de proteger las vidas de los norteamericanos radicados en la isla. La explosión y hundimiento del acorazado en extrañas circunstancias sirvió de excusa para que el presidente norteamericano, William McKinley lanzara un ultimátum al gobierno español, al que conminó en el plazo de tres días a renunciar a su soberanía sobre Cuba.

El final del imperio ultramarino español

La guerra fue desastrosa desde su inicio para España; la flota fue aniquilada en Santiago de Cuba sin que apenas pudiese hacer frente a la potencia de fuego de la poderosa maquinaria bélica norteamericana, lo que facilitó la posterior invasión de tropas norteamericanas en Puerto Rico y Manila (Filipinas). Ante esta situación, el gobierno de Madrid decidió poner fin a la guerra, para lo cual el Duque de Almodóvar del Río, ministro de Estado, envió un telegrama al embajador español en París por el que le encargaba el inicio de las gestiones pertinentes para que Francia actuara de mediadora en las negociaciones de paz, responsabilidad que aceptó el 26 de julio de 1898. Una vez dado el primer paso, el embajador estadounidense en París, Jules Cambon, entregó un memorándum a McKinley para poner fin a la guerra. Las exigencias norteamericanas de renuncia a la soberanía por parte de España seguían manteniéndose y, ante la imposibilidad de continuar el enfrentamiento bélico, Madrid firmó el Protocolo de Washington, que dio inicio el 11 de octubre a las negociaciones de paz, celebradas en la capital francesa. Como representante español acudió Eugenio Montero Ríos, ministro de Gracia y Justicia, mientras que William Rufus Day, secretario de Estado, asumió la defensa de los intereses estadounidenses.
En realidad, más que un acuerdo de paz el Tratado de Paris fue un Diktat impuesto por los Estados Unidos. El 10 de diciembre tuvo lugar su firma, y el 1 de enero de 1899 el general Giménez Castellanos procedió a la entrega formal de Cuba a las autoridades norteamericanas, acto que se repitió poco después en Filipinas. Se ponía término de esta forma a más de cuatrocientos años de presencia ultramarina española.
Incidente del Maine (1898)
Así se denomina al suceso acaecido en la noche del 15 de febrero de 1898, en el puerto cubano de La Habana, cuando, por causas aún no aclaradas, el acorazado estadounidense Maine hizo explosión provocando la muerte de 260 miembros de la tripulación. El suceso desencadenó la entrada de Estados Unidos en el conflicto que enfrentaba a los independentistas cubanos con las tropas españolas y el estallido de la guerra Hispano-Norteamericana, que acabó con la pérdida por parte de España de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, y el nacimiento de Estados Unidos como potencia mundial de primer orden.
El acorazado norteamericano Maine fondeó en el puerto de La Habana el 25 de enero de 1898, oficialmente en misión de paz y amistad. En realidad, la presencia del Maine respondía a la petición del cónsul norteamericano Fitzhugh Lee, quien quería reafirmar la seguridad de los intereses norteamericanos en la isla, intereses que peligraban debido a la Guerra de independencia cubana. Además, desde principios de año, se había producido en Estados Unidos un clima de tensión, alentado por la prensa amarilla, que estaba representada por los periódicos de William Randolph Hearst, Stephen Crane y Joseph Pulitzer.
El acorazado Maine fue botado en 1890 en el arsenal de Nueva York. Su artillería se componía de cuatro cañones de diez pulgadas, seis de seis pulgadas, ocho de una, y muchas piezas más de tiro rápido. Tenía una autonomía de 7.000 millas, cargaba 800 toneladas de carbón, podía desarrollar una velocidad de quince nudos gracias a sus 9.200 caballos y ocho calderas. Era un acorazado de segunda clase, no comparable a los mejores barcos de la marina norteamericana; no obstante, sus 96 m de eslora y seis de calado, su casco acorazado y sus torres blindadas eran más que suficiente para medirse con la anticuada y escasamente armada marina española, cuyo mejor barco en Cuba era el "Alfonso XII", absolutamente inservible.
El Maine, capitaneado por Charles Dwight Sigsbee, contaba con una tripulación de 354 marineros. Fondeó en el puerto de La Habana el 25 de enero, entre el Alfonso XII y el transatlático City of Washington. El capitán concedió permiso para bajar a tierra únicamente a los oficiales, lo cual salvó la vida de la mayoría de ellos.
La explosión se produjo en la noche del 15 de febrero, en la zona de babor donde estaba situado el polvorín de las granadas, y tuvo tal fuerza que el barco quedó totalmente destruido y su tripulación aniquilada; murieron un total de 260 hombres, de los que 230 eran marineros, 28 marines y dos oficiales.
Inmediatamente, la prensa amarilla norteamericana acusó al gobierno español de haber provocado el desastre, en concreto de haber colocado una mina submarina que hizo estallar el acorazado. El suceso del Maine fue el pretexto que necesitaban los intervencionistas norteamericanos para forzar a su presidente, William McKinley, a declarar la guerra a España.
Pese a las peticiones españolas, los Estados Unidos se negaron a realizar una investigación conjunta del suceso, y dificultaron cuanto pudieron las investigaciones de los expertos españoles. En estas condiciones, la teoría de que el hundimiento del buque se había debido a una causa ajena fue cobrando fuerza; al mismo tiempo, la opinión pública estadounidense también se hacía más favorable al intervencionismo, en gran medida gracias a la campaña orquestada por algunos periódicos.
El capitán Sigsbee, que logró sobrevivir al desastre, aseguró, quizás en un intento de eludir sus responsabilidades, que una pequeña embarcación dejó caer una mina al pasar junto al acorazado y luego la detonó mediante un cable eléctrico.
Por su parte, los investigadores españoles llegaron a la conclusión de que la explosión fue debida a un accidente en el interior del barco, probablemente al efecto que el extremo calor del trópico tenía sobre los depósitos de carbón de los barcos de la época, depósitos que no habían sido convenientemente revisados en el buque siniestrado.
La situación empezaba a ser alarmante para el presidente estadounidense, acusado ante la opinión pública de falta de carácter por sus detractores, entre los cuales se contaba el propio Theodore Roosevelt. McKinley, sin tener en cuenta el informe español y presionado por todos, aprobó el 20 de abril una propuesta del Congreso en la que se exigía la inmediata retirada española de Cuba. El gobierno español, temiendo que la retirada de Cuba pusiese en peligro el precario equilibrio político de España, y ante el informe del ministro de Guerra, el cual consideraba imposible una intervención directa de Estados Unidos, rompió relaciones diplomáticas con Norteamérica el 21 de abril, después de haber rechazado un intento de compra de Cuba por parte estadounidense. Estados Unidos declaró la guerra a España cuatro días más tarde.
Los restos del acorazado permanecieron en el puerto de La Habana hasta 1911, fecha en la que el presidente norteamericano William Howard Taft decidió reflotar el Maine para recuperar los cadáveres que aún pudiese haber atrapados en el interior y facilitar la navegación en el puerto cubano. El palo mayor fue enviado al cementerio de Arlington, y lo que quedaba del casco fue hundido a 800 m de profundidad para evitar futuras investigaciones.

En 1976, el almirante Hyman Rickover, jefe de la flota de submarinos nucleares estadounidense, elaboró un nuevo informe con los datos oficiales, pese a lo cual sus conclusiones contradecían la versión norteamericana y daban la razón a los expertos españoles, al señalar como causa de la explosión el carbón transportado como combustible por el Maine.


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